viernes, 14 de octubre de 2011

Concepción del mundo y del universo

Para los griegos, los dioses no estaban en el exterior del mundo, ellos no habían creado el universo ni a los hombres, pero se habían creado a sí mismos. No habían existido siempre; no eran eternos, sin principio ni fin, sino sólo inmortales (nacimiento sin muerte). Esta inmortalidad se traducía en un estilo de vida particular. Se alimentaban con ambrosía (sustancia deliciosa, nueve veces más dulce que la miel, se decía), de néctar y del humo de los sacrificios. En sus venas no corría la sangre, sino otro líquido: el ichor. Estaban sometidos al destino e intervenían constantemente en los asuntos humanos. Nacidos unos de los otros y muy numerosos, los dioses formaban una familia, una sociedad, fuertemente jerarquizada.
El nombre de la mayoría de las divinidades aparece en las tablillas de la civilización micénica, después en los textos de Homero y de Hesíodo. Su sitio y su función estaban ya en parte establecidos. Parece que el panteón griego estaba ya constituido en el siglo VIII a. C. A finales de este siglo, Hesíodo, un poeta beocio, en su Teogonía, presenta una ordenación de los ritos y de los mitos relativos al nacimiento del mundo divino. Redacta una historia de la sucesión de las generaciones divinas que al término de los múltiples conflictos por la soberanía desemboca en la colocación de los dioses del Olimpo alrededor de la figura de Zeus.
Cronos

Se trataba, en primer lugar, de hacer nacer el mundo (kosmos) a partir de tres poderes: Caos ("el vacío que ocupa un hueco"), Gea (la Tierra) y Eros ("la renovación"), quienes dieron, cada uno, nacimiento a otros poderes de manera independiente. De la unión de Gea y de Urano nacieron los Titanes (el más joven de los cuales era Crono), los tres Cíclopes y los tres Hecatónquiros (los de cien manos). De los hijos de Gea y de Urano que engendraron poderes divinos, Cronos castró a su padre, luego reinó con Rea sobre los otros dioses. Para que ninguno de sus hijos fuera rey, tras nacer se los tragó. Nacido de él, Zeus escapó a sus intenciones. Una vez que creció, obligó a Crono a vomitar a sus hijos, lo destronó y lo incitó, con la generación de sus hermanos, los Olímpicos, a un combate contra los Titanes. 
Titanes

En adelante, los dioses se organizaron esencialmente en torno a Zeus, soberano del Olimpo (del cielo, de la región etérea donde viven los dioses), quien repartió el mundo con sus hermanos: a Hades, el inframundo y a Poseidón, el mar. Repartió entre los Olímpicos todos los honores (timai) e inauguró un reinado de paz y de justicia.
Los relatos míticos, como los de Hesíodo, explican las prácticas cultuales (sacrificios, fiestas y competiciones) y los ritos que acompañaban la vida social y política. Justifican las reglas fundamentales que rigen la colectividad, las vuelven inteligibles a los hombres y aseguran su perennidad.


El olimpo










 

La piedad griega: una religión sin dogmas y sin instituciones

En la sociedad griega, la religión estaba completamente imbricada en todos los dominios de la vida (familiar, pública y social). La oposición entre lo "profano" y lo "sagrado", los límites que establecemos entre lo "laico" y lo "religioso" son inciertos, incluso no pertinentes. Los gestos, los comportamientos, las ceremonias de la vida familiar, social y política comportan casi siempre un aspecto religioso.
La religión griega no se apoya en ninguna revelación. La ciudad griega no conocía ni instituciones que dirigieran la religión, ni dogma. Las conductas religiosas, piedad (eusébeia: respeto de las obligaciones hacia los dioses), e impiedad (asébeia: ausencia de respeto a las creencias y a los rituales comunes de los habitantes de una ciudad), no tenían un carácter definido y rígido. La piedad parece haber sido el sentimiento que tenía el grupo o el individuo, de ciertas obligaciones.
Templo de atenea

Las obligaciones de la comunidad concernían, en primer lugar, al respeto a la tradición ancestral. Las del individuo eran multiformes. La participación en los cultos de la ciudad, la abundancia de las ofrendas en los santuarios, la devoción hacia la muerte de los parientes y las divinidades protectoras de la familia, la generosidad para permitir que los rituales se desarrollaran en las mejores condiciones, son ejemplos de manifestación de la piedad.
En cambio, era considerado, generalmente, como impío todo lo que iba en contra de la tradición, en materia de religión, toda innovación: la introducción en la ciudad de dioses que no eran oficialmente aceptados, las concepciones que ponían en entredicho las creencias tradicionales, la modificación de ritos ancestrales. Incluso, cualquier atentado contra la integridad del patrimonio divino (el robo en detrimento de un templo, la mutilación o el cultivo de árboles sagrados), toda profanación, imitación o falsificación de una ceremonia religiosa, las violencias cometidas contra los sacerdotes de un culto eran actos impíos.
La piedad no era la expresión de un sentimiento de relación íntima con una divinidad; no era tampoco sólo la observación escrupulosa y estricta de los ritos prescritos. Ser piadoso era creer en la eficacia del sistema de representaciones establecidas por la ciudad para organizar las relaciones entre los hombres y los dioses, y también participar en ellas activamente.



Dioses Griegos



Las fuentes

La religión griega no existía como tal. Es necesario, para conocerla, apoyarse en un conjunto importante de fuentes, que son principalmente de orden literario, epigráfico y arqueológico. Por muy ricas e interesantes que sean, todas esas fuentes no son realmente pertinentes más que consideradas juntas.

Principales nociones

Distinta de la mitología, la religión se apoya en una piedad marcada por respeto a los ritos y un gran apego a la pureza material.

El culto

El culto se organiza alrededor de las oraciones, de las ofrendas y de los sacrificios y, en Atenas, a partir de Clístenes, alrededor del teatro.

Los oráculos

Los oráculos griegos constituyen un aspecto fundamental de la religión y de la cultura griegas. El oráculo es la respuesta dada por un dios al que se le ha consultado una cuestión personal, concerniente generalmente al futuro. Tales oráculos no pueden ser recibidos más que de ciertos dioses, en los lugares precisos, sobre sujetos determinados y con respeto a unos ritos rigurosamente respetados. El principal dios adivino es Apolo, cuyo oráculo estaba en Delfos.

Oraculo

 Fuentes:

http://www.portalplanetasedna.com.ar/grecia9.htm

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